domingo, 20 de enero de 2008

"Mi vergüenza"

Amigos:

Bien lo dije en el mensaje inicial: no es fácil escribir en el blog. Hace falta tiempo, sobre todo, si se quiere que quede bien dicho lo que uno quiere decir.

Pero no quiero aplazar algún par de manifestaciones sobre las cosas que pasan en este país. Solo un par de cosas diré hoy, pero lo que pasa en el país son verdaderamente muchas cosas. ¡Y no pasa nada! Que es lo triste. Tenemos el conflicto más largo del mundo (aunque oficialmente no lo hay), tenemos el guerrillero más viejo del mundo, tenemos los secuestrados por más tiempo en el mundo: ¡nos acostumbramos a todo! Tanto, que muchos colombianos abogan porque no se vuelva a cambiar de presidente.

Hace unos meses enviaba un correo a mis amigos en el que transcribía unos artículos acerca de gente a la que le parece que hay que impulsar la política de no pensar, alguno de ellos con un título que decía Abajo la inteligencia (algún par de artículos que hoy enviaré se relacionan con esto, también). Esperamos al mesías que nos salve, porque se cree que es esa la solución. Nunca lo será, pero nos acostumbramos, cómodamente, a no pensar. Y como, aparentemente -según las encuestas lo piensa así el 70% de los colombianos-, llegó el mesías, ¡para qué pensar!

Pues no pienso así. Por eso, me sumé por Internet, hace 15 días, al coro de quienes impulsan la marcha contra las FARC del 4 de febrero. Porque hay que rechazar lo que hacen. Confieso que admiré a los guerrilleros hace varios años, cuando parecían tener un proyecto político de justicia social, esa que tanta falta en este país que es el que peor distribución de la riqueza tiene.

Pero no. Llevo algunos años oyendo los mensajes a los secuestrados y, sinceramente, me dolía pensar en que como país fuéramos inmunes a esa situación (por eso, mis frecuentes "gritos lastimeros" pero impotentes de "hay que hacer algo" que ustedes me leyeron en repetidas ocasiones). Entonces, rechazo, no comparto que busquemos la justicia -si fuera cierto que eso es lo que eso es lo que sigue buscando la guerrilla; si fuera cierto- secuestrando gente, matando civiles, etc. Eso es bárbaro.

Por eso, entonces, me sumo a la protesta nacional del 4 de febrero. Con un sin embargo: sin embargo, no quiero que mi protesta contra las FARC la asuman algunos como que me sumo a favor de un gobierno en el que tampoco creo. Medio enterado ando de lo que es, de lo que ha sido mucha gente del gobierno o cercana a él, para decir que lo apruebo. Es un imposible moral (y aquí tengo que manifestar mi tremenda frustración: miro a muchos lados y no veo, salvo contadas excepciones, gente líder en la que uno pueda creer para votar por ella: me defraudó mucho de lo que conocí de la izquierda como gobernante recientemente, aunque sigue habiendo allí muchísima gente honrada, luchadora, a la que le tributo mi afecto, mi admiración, mi apoyo).

Espero que la protesta fuera el inicio de una mayor conciencia de lo que hay que hacer como nación: o somos más solidarios, más responsables, más honrados, menos cómodos, o nos hundimos más.

García Márquez decía hace unos 15 años que el libro que a él le hubiera gustado escribir era La casa de las bellas durmientes. Entendí por qué lo dijo: es un libro bellísimo, de Kawabata (inclusive, García Márquez se quiso sacar la espinita escribiendo Memoria de mis putas tristes, pero no le salió bien: no le da ni a los talones, en mi sentir, a la obra de Kawabata) . Bien, refiero esta anécdota porque leí ayer una columna de Iván Marulanda en el periódico Un Pasquín, que, frente a lo que les he escrito arriba, yo digo que esa columna me hubiera gustado haberla escrito yo. Pero como no lo hice, y quiero compartir con ustedes lo que dice Iván Marulanda, casi como si lo hubiera dicho yo, al menos en la mayoría de su contenido, transcribo el texto en seguida (lo encontré, gracias a Google, en una página diferente a la de Un Pasquín, pues curiosamente allí no apareció; la página es http://groups.google.com/group/LogiaDeMasones/msg/8173142cc377c68e; aclaro, no tengo nada que ver con esta logia). Se llama Mi vergüenza. Y yo tengo, también, vergüenza. Aquí va:

MI VERGÜENZA
Por: Iván Marulanda Rionegro 2007-12-02
Siento vergüenza. Los que posamos en este país de “dirigentes”, empezando por los que tienen poder político, espiritual, social, económico, intelectual, pero incluyendo a los que no lo tenemos, somos una parranda de inútiles, faroleros y pusilánimes.
Las imágenes que llegan de la selva son escupitajos en la cara de todos. Ingrid, Luís Eladio, los policías, los norteamericanos, los demás que permanecen invisibles pero penetran nuestras mentes con su ira que vuela de cordillera en cordillera, nos condenan a la indignidad por cobardes, por inhumanos, por mierdas.
Los últimos diez años los han padecido estos seres humanos encadenados a árboles, a la intemperie, enterrados en pantaneros infestados de zancudos, muriéndose gota a gota, en agonías que lindan con la eternidad, dejando sus jirones de vida tirados en el fangal, olvidados, torturados, engullidos en carne viva por las fauces de la manigua y las de sus verdugos, los bárbaros de las FARC. Guerreros alienados por rabias y miedos que les vaciaron la razón.
Mientras tanto Colombia, el país más feliz del mundo, de reinado en reinado, de fiesta en fiesta, de bacanal en bacanal. Jolgorios impúdicos de “personalidades” se publicitan con pelos y señales en libros de postín.
En medio del éxtasis, no hay día en el que no se refrieguen las excelencias de la economía, la “confianza” en el país, la “seguridad”, las fortunas que ganan empresas y potentados que se despachan el cacareado crecimiento del producto interno bruto. No hay noticiario que no exhiba la farándula del éxito, gente linda, bien vestida, bien comida, bien bebida, bien bailada, bien refocilada, pavoneándose ante la mirada absurda del pobrerío.
Noticiarios, pasarelas de capos que desfilan exhibiendo su currículum vitae. Listados infinitos de propiedades arrebatadas a sangre y fuego a viudas y campesinos. Colecciones de masacres y fosas comunes. Fortunas extravagantes. Cínicos que nos imprecan en la cara “¡Güevones! Esperen que ahí vamos con paz y salvos al día, a gozarnos las caletas, las ganaderías de ceba y los rebaños de terneritasprepago”.
¡Ah! Y la diarrea de encuestas, propaganda para que los colombianos no olvidemos que nos gobierna el hombre más perfecto del mundo. Presidente alharacoso y energúmeno que con su pertinacia anda haciéndoles mandados a los poderosos, pagando facturas a los paracos y trampeando la Constitución, aliado con congresistas indagatoriados y huecos que garantizan su morosidad en el palacio de gobierno, cual reyezuelo africano.
Gritador de diatribas a micrófono boleado, exhibicionista, patético, con la mira fija en el “rating” de popularidad, bombea sin piedad plata a la guerra de este país de pordioseros, la friolera de nueve mil millones de dólares al año.
Alvaro Uribe es inepto para hacer el Acuerdo Humanitario que libere a Colombia del oprobio y la indignidad, porque los prisioneros inocentes, sus vidas, sus libertades, sus familias, le importan un sieso en el desquicie de ensartar cabezas de guerrilleros en la punta de su lanza.
Pero la cosa es conmigo mismo. Me siento una piltrafa humana. A pesar de mi rabia que no me ha dado tregua en estos años, no he hecho nada útil para ayudar a que regresen a casa Ingrid, Luís Eladio y centenares de secuestrados que se pudren en los rastrojos de este país de terror. “El más feliz de la tierra, el mejor gobernado” ¡Degenerado!
Cuánto diera por encontrar un frente de lucha que enlace mi solidaridad con esos seres martirizados para que algún día en libertad, me perdonen mi impotencia. Cuánto diera por zafarme del sartal de mentiras y fanfarronerías que enmascaran a esta sociedad horripilante, capaz de soltar sin pudor luces de bengala sobre las cabezas agobiadas de compatriotas que padecen semejante infierno. Dedicada a divertirse y a vengarse, en vez de redimirse.
PD: Repruebo los insultos de Chávez al gobierno de Colombia, pero agradezco lo que hace por nuestros secuestrados. Y delante de Piedad Córdoba
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Creo que es suficiente por hoy. Se me quedan otros comentarios y, sobre todo, otras columnas de otros por transcribir (¿qué hago, si otros dicen mejor las cosas que yo quiero decir?).

Un abrazo.

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